LA VOZ DE LA SELVA
I
¡Oh, selva virginal! El arte es huella
De explorador en selva enmarañada
Tal el rayo de sol de una mirada
Penetra el corazón de una doncella.
¡Oh selva virginal! Óyense en ella
De la fiera que corre la pisada,
Del río que se va la carcajada,
De la hoja que cae la querella...
Allí, cuando la lira ensaya un beso
Y rompe desde el árbol de la vida,
En nuevos cantos de rarezas sumas,
Huye... y se pierde entre lo más espeso
Una musa pagana, perseguida
Por un salvaje de pintadas plumas.
II
Hay en mi selva venenosas flores,
Frutos de salvación, crudas espinas
Y maderas de olor... Veta de minas
Guarda en libros de piedra sus fulgores.
Los suspensos follajes protectores
Se espejean en fuentes cristalinas,
Como fantasmas de dolientes ruinas
En los ojos de cándidos Amores...
Término huyó. Mi selva no rehúsa
Ya los vientos de ayer y de mañana,
Ya los diluvios de los libres riegos...
¡Deje siquier la fugitiva musa,
Sobre un tronco de selva americana,
Su dulce nombre en caracteres griegos!
III
Siempre que el sol se rinde en su carrera,
La virgen selva enluta sus paisajes;
Y hay pláticas de viento en los follajes.
Besos de amor y apóstrofes de fiera.
Se presiente lejana madriguera;
Se ven sombras jugando en los ramajes;
Y se adivina un grupo de salvajes
Alrededor de luminosa hoguera...
La selva ciñe en su profundo duelo
Por corona el relámpago fulgente,
Que el ala bate en el negror del cielo,
¡Hasta que el sol, al verla de soslayo,
Funde, para corona de su frente.
Siete colores en un solo rayo!...
José Santos Chocano