NEGRO Y AMARILLO
Es la hacienda refugio consagrado
de las razas ungidas por el crimen,
que con la lampa, el pico y el arado,
se alzan, se transfiguran, se redimen.
Siempre jadeantes, la lección aprenden
del trabajo viril negros y chinos:
el giro de los émbolos atienden,
cortan la caña y limpian los caminos.
Cuando, cansados, al hogar sencillo
vuelven y se amontonan a la puerta,
de cenicienta luna con el brillo
mudos admiran la extensión desierta;
y acaso sienten la nostalgia inmensa,
dibujando un recuerdo en la penumbra,
que siente el incensario que no inciensa
y que siente la antorcha que no alumbra...
Quizá el negro, cruzándose de brazos,
espera siempre que su gloria vuelva
soñando en los recónditos regazos
de una africana y majestuosa selva...
Quizá el chico, en cuclillas, como un brujo,
con apostura extraña y gesto impropio,
finge süave y exótico dibujo
en las volutas lánguidas del opio...
Y siempre entre sus sueños soberanos
sienten así, pensando en sus destinos,
el rugir de los leones africanos
o el aletear de los dragones chinos...
José Santos Chocano