LA HACIENDA
Ven: la hacienda está cerca. Ahí... la casa
se acurruca a las faldas de ese monte;
y brilla con el sol como una brasa
que salta sobre el límpido horizonte.
Escápate conmigo de la aldea.
La máquina está ahí y ahí el trabajo;
y el humo que arrojó la chimenea
flota del monte en el abierto tajo.
La gentil caña en los potreros nace,
y da el azúcar de la esencia blanca,
cuando el hosco trapiche la deshace
y el flaco y duro corazón le arranca.
Ven conmigo al trapiche. El agrio chino
y el rudo negro con afán jadean:
¡y qué dulce consuelo en su destino
sentirán renacer cuando te vean!
Ven conmigo. Verás cómo la rueda
ante ti un punto con amor reposa;
y verás cómo extática se queda
la máquina huesuda y musculosa.
Y al regresar después, sobre la alfombra
blanda y florida que el arroyo baña,
nos sentaremos a la misma sombra
y comeremos de la misma caña...
José Santos Chocano