CANÍCULA
El alma de los campos desfallece
soñando con el alma de los cielos:
triunfa el príncipe Sol. El fuego crece
en la fermentación de los anhelos.
Acre transpiración. Sombras extrañas
los árboles proyectan blandamente;
y hay murmullos de amor entre las cañas
y risas de placer en el torrente...
Puesta sobre las tapias la cabeza
rumiando el buey el último resabio
contempla la inmortal naturaleza,
triste el ojo y caído el belfo labio.
Trepado á un sauce, sobre débil rama,
busca el pilluelo el pájaro escondido,
que más que nunca se alboroza y ama
puriíicado en el crisol del nido.
El que con los sudores de su frente
amasa el pan, rendido y cabizbajo
batallador del surco y la simienie,
tregua pide a las luchas del trabajo.
En la lejana cumbre el sol chispea
entusiasta y viril, con santa furia;
y como un amplio mar ruge y ondea
sobre los verdes campos la lujuria...
El ave se une al ave, el grano al grano,
lanzando el himno del eterno coro;
y el Sol ajusta el himno soberano
a las cien cuerdas de sus arpas de oro...
La canícula es sueño y es reposo;
y el campo en ella es languidez y fuego,
mientras no siente el largo y delicioso
escalofrío bautismal del riego...
José Santos Chocano