LA CAMPESINA
¡Levántate! La aurora ha despuntado,
y el abuelo regaña y te resondra...
Campesino, ¡despierta! ¡En el tejado
revienta una canción por cada alondra!
Sacudes presta el último beleño
y te incorporas en ei lecho blando;
rompes los lazos que anudara el sueño;
y gallarda, y de pie saltas cantando...
Buscando fuerzas y salud prolija
para el abuelo de sesenta octubres,
le escancias rebosante en la vasija
la leche espesa de las tibias ubres.
Eres así como una Hebe amante
que, desterrada en un rincón del mundo,
le da el néctar en copa de diamante
a un Júpiter tronado y moribundo!...
Sales al campo fresco. Alegre chispa
siente el sátiro viéndote, escondido;
y te hace ruoda la envidiosa avispa,
zumbándote con lúbrico zumbido...
Tú sin cuidarte del centauro ardiente,
que espía astuto el baño de las ninfas,
rápida te desnudas, y sonriente
surcas del lago las calladas linfas...
Y de las linfas en el claro espejo
retrátase la copa soberana,
llena de esplendidez, del árbol viejo
de los acusadores de Susana.
A la orilla también del mismo lago,
lavando los pañales infantiles,
aspiras en el aire húmedo y vago
el mismo aroma de tus veinte abriles.
Tendidos los pañales en los cerros
fingen, después, del sol a las vislumbres,
banderas de un ejército sin hierros
que marcha a la conquista de las cumbres!..
¡Oh dulce vida de serenas ondas!
vida que resbalar tranquila dejas,
entre el fresco murmullo de tus frondas
y el nítido vellón de tus ovejas...
Sigue viviendo alegre y sin cuidados:
no ante el rumor de la ciudad te asombres,
¡Más vale ser pastora de ganados
que ser pastora de rebaños de hombres!
José Santos Chocano