LA BIEN AMADA
Tú me dirás qué verso he de cantarte,
qué gloria, qué fulgor, qué gentileza,
¡oh luminoso espíritu del Arte!
¡oh cuerpo encantador de la Belleza!
Tú eres la misma que inspiraba al vate
ímpetus de vigor y ansias de brega;
y le empujaba al choque del combate,
combatiendo también pálida y ciega.
Tú eres la misma de la lid... Hoy triste
juegas acaso con mi ruda espada;
y recuerdas las furias que tuviste,
y tu aleteo de paloma airada.
Hoy que recuestas sosegada y mustia
sobre el campestre lecho la cabeza,
véote yo con amorosa angustia,
padeciendo y gozando en tu belleza...
Llena de perfecciones y tranquila,
vibras del alma el misterioso lampo;
y ostentas en la trémula pupila
reflejados el cielo, el mar y el campo!
¡El campo, el mar, el cielo! Virgen pura,
logrando sólo tú la eterna palma,
tienes algo de flor en tu hermosura
y algo de espuma y arrebol en tu alma...
Te amo; porque de mi odio entre las brumas,
amo también el campo con sus flores,
amo también el mar con sus espumas
y amo el cielo también con sus fulgores...
Te amo, al saber que rubias y morenas
tiénente envidia con ideal diverso;
mas todas porque ven que tú encadenas
Escultura, Color, Música y Verso...
Te amo, porque las artes con terneza
rinden su vasallaje a tu hermosura:
el Verso, ardor; la Música, viveza;
el Calor, luz; y formas, la Escultura.
José Santos Chocano