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EL PRIMER ADIÓS

A D. Ricardo Palma y D. Luis Benjamín Cisneros.

¡Yo he viajado también! Yo he recorrido
una y otra región. Desde temprano,
sacudiendo las alas en el nido,
siempre ensayé mi vuelo soberano.
¡Yo he viajado también! Porque he podido,
como hace con sus olas el oceano,
azotar con mi loco pensamiento
distintas playas, sin cambiar de asiento!

Y hoy que sobre un bajel rasgo los mares,
quiero decir lo que mi pecho encierra...
Hoy al bélico son de mis cantares,
con el reposo en declarada guerra,
como el poeta inglés, dejo mis lares
en busca de otro cielo y otra tierra;
como el poeta inglés, justo es que vaya
cantando libertad de playa en playa.

Alta la sien, mas con dolor profundo,
dejo la sociedad en que vivía,
para arrancar, valiente o gemebundo,
otras canciones de la lira mía...
Y en la abierta extensión del Nuevo Mundo
desbocándose irá mi fantasía,
¡como agua que al tocar en la pendiente,
sacudiendo la crin, se hace torrente!

¿Llorar? ¿Y para qué? ¿Para qué llanto,
si el llanto es manantial de sinsabores,
y corriendo al impulso del quebranto
sólo abre cauces y arrebata flores?
¡Ayl El poeta de robusto canto,
como una exhalación de sus dolores
debe sólo reír befando todo:
¡las lágrimas también vuélvense lodo!

Serio siempre, no supe en mis dolores
nunca los labios enseñar risueños:
puse en las secas fiases mis amores
y en las agrias estrofas mis empeños;
mas justo es distraer los sinsabores
con la opereta bufa de los sueños,
que ríen hoy en despiadada mofa
tras la máscara fría de mi estrofa.

¡Oh, qué santo es reír! Reír con furia,
reír con insolencia y con sarcasmo,
al sentir de los críticos la injuria
que arranca de raíz nuestro entusiasmo...
Para lograr una grandeza espuria,
vale más, entregándose al marasmo,
pasear la vista con imbécil calma
¡y romper a reír con toda el alma!

¿Qué importan de los críticos resecos
las estiradas frases, cuando a gusto
repite el pueblo los divinos ecos
del ardiente cantar? ¿Qué el juicio adusto
de los cerebros fósiles y huecos,
cuando el pueblo viril aclama justo
al que solemne cántico le lanza
para hablarle de paz o de venganza?

¿Qué es poesía? Que os lo diga el mundo,
siempre atento a la voz que lanza el vate...
Poesía es hacer que el moribundo
pugne por envolverse en el combate;
es hacer que en el lóbrego y profundo
corazón popular, donde amor late,
odio lata también contra el tirano;
¡y es colocar el hierro entre la mano!...

Idólatra del pueblo, es él mi gloria,
mi única gloria. De su voz un día,
a los primeros pasos de mi historia
oí la entonación ronca y sombría...
¡Guardada en un rincón de mi memoria
está esa voz! La multitud es mía:
el numen sacro entre su copa libo;
canto con ella, y para ella escribo!...

Pensé entre sueños que por fin pudiera,
conquistando un laurel para mi frente,
reír llena de amor el alma entera;
pero nunca sarcástico e insolente...
Y hoy veo ya, que por desgracia fiera
toda esa calma que soñó mi mente
sólo la tumba a realizar alcanza;
¡por eso hay una tumba en mi esperanza!

Hoy que empuño el bordón del peregrino,
siempre en mis horas de zozobra llenas
siento ¡ay de mí! con implacable sino
el alboroto eterno de las penas...
Dócil y mustio empiezo mi camino,
arrastrando fatídicas cadenas
¡y ciñendo en mis tristes desengaños
la corona marchita de veinte años!

El mal de Werther por mi sangre corre;
y mi canción apóyase aturdida
en el ayer, cuidando no se borre
el recuerdo ¡ay! de mi ilusión perdida...
Como en la vieja y olvidaba torre
sólo el nocturno pájaro se anida,
se anida sólo en mi cabeza ruda
el pájaro nocturno de la duda!

El siglo es un combate. El mundo todo
suspenso se halla de la lid ardiente
que revolcados en su mismo lodo,
libran doquiera corazón y mente...
¡La sangre en el Diluvio sube un codo
por cima de la cumbre prominente;
y en ese mar de sangre, al fin ya rota
el arca de la Fe pugna y no flota!

Hay una recia ley, una ley fría,
que triunfa en lo brillante y en lo inmundo,
hace que la exaltada fantasía
no suba al cielo abandonando el mundo;
hoy que en el amplio resplandor del día
bebe su última luz un moribundo
y su primera luz un siglo infante;
hoy que atrás miro luz y luz delante...

Y a pesar de la luz con vario modo
canto a la Madre Tierra, que inspirada
nos convida al descanso entre su lodo...
Sí; yo quiero, con alma lacerada,
confundirme en la nada de ese Todo,
confundirme en el todo de esa Nada;
y saber si un espíritu se encierra
en este cuerpo, cascarón de tierra.

Cuando a su hijo una madre abofetea,
finge ser en sus cóleras extrañas
una loca irritada que desea
también abofetearse las entrañas...
Y así la Madre Tierra forcejea,
brama de horror, sacude sus montañas,
y, al hundir a sus hijos en el cieno,
se rompe el corazón, se rasga el seno.

La tempestad se impone. El noto brama
el encrespado mar se precipita;
el soplo de la muerte se derrama;
y todo llora, languidece o grita...
¡Yo amo la tempestad! Su horror me inflama,
su horror me inflama en cólera infinita:
venga la muerte a sorprender al vate;
pero que lo sorprenda en el combate.

¡Al combate!... Si el sol de mi mañana
vierte su luz, y enciéndese mi lira;
y ya desde su trono mi sultana
a su poeta en el combate mira...
¡Ah! ¡Si en medio al fulgor que hoy me engalana
la Musa-Humanidad es quien me inspira,
ella, la diosa de mi amor profundo,
tiene en su corazón también un mundo!

Yo te quisiera dar ¡oh alma de mi alma!
en la ruda explosión de los amores,
el lauro eterno, la triunfante palma,
pero nunca la cruz de mis dolores:
yo te quisiera dar, loco y sin calma,
en mis versos de luz todas las flores,
y con todos los trinos de la Aurora
todos los astros que la Noche llora...

Marco de tu hermosura, cada estrofa
surgirá de mi lira suavemente,
y ella que a los tiranos apostrofa,
silbando con silbido de serpiente;
ella que de lo santo haciendo mofa
todo lo punza vivida y ardiente;
ella te besará casta y sencilla,
como el nervudo mar besa la orilla...

¡Oh querub de mis cielos! Yo quisiera
cantarte mi pasión amante y ciego;
y dándote en un beso el alma entera,
en otro beso recogerla luego...
¡Ah! Cómo fueses tú la Primavera,
que con pródiga mano ante mi ruego
poblaros de tus pájaros cantores
la flora tropical de mis amores!

¡Toma mi lira! En trémulo desmayo
púlsala con tu mano de querube,
ya que en tu frente resplandece Mayo,
ya que tu idea hasta los cielos sube.
Si es que tú eres rocío y yo soy rayo,
vivir podremos en la misma nube;
y, al confundir nuestros divinos rastros,
¡beber las luces de unos mismos astros!

Si luchar y vencer es mi destino,
vencer espero tu desdén insano,
que entorpece mi tétrico camino,
no como el río ¡no! ¡como el pantano!
¡Ah, yo el guerrero del ideal divino
sabré lanzar, potente y soberano,
la Marsellesa de un amor sin yugos,
de un amor sin testigos ni verdugos!...

Yo el brusco bardo del destino adverso,
lidiando con la envidia y con la mofa,
pongo un pedazo de alma en cada verso
y un pedazo de Pueblo en cada estrofa,
y pongo con amor el Universo
en la frase que punza y que apostrofa,
cuando lleno de fiebre y de locura
canto, endioso y adoro la hermosura.

Yo que nunca me abato, yo que miro
el dolor con suprema indiferencia,
yo que ni en gloria ni en poder deliro,
yo que sólo me postro ante la Ciencia,
hoy ¡oh adorada! en tu fulgor me inspiro;
hoy depongo ante ti mi omnipotencia;
hoy mi cerebro conmovido estalla,
¡que cuando habla el Amor la Ciencia calla!

¡Pero no puede ser! Porque tú no eres—
de esas hermosas que la turba admira,
que sin fe ni pasión, —¡extraños seres!—
endiosan el disfraz y la mentira...
¡Tú, bendita entre todas las mujeres,
sueñas con un cerebro y una lira,
sueñas con un espíritu gigante:
eres una Beatriz que busca al Dante!

A muchas brindé rápidos amores
de nuestra vida en la veloz carrera:
¡hojas, anunciadoras de las flores!
¡chispas, anunciadoras de la hoguera!
Y hoy de esos erotismos brilladores
hago al verte ¡oh ideal de Primavera!
un ramillete de perfumes lleno:
¡ponte ese ramillete sobje el seno!

Y con él piensa en mí: piensa en la gloria
que lograrás del mundo entre el asombro,
levantando un trofeo a la victoria
tras la encendida lid con cada escombro...
Y piensa en endulzar mi amarga historia;
piensa en poner tu frente sobre mi hombro,
o en dar al sol sin manchas de mi frente
el blanco cielo de tu seno ardiente.

Si es que entrambos pensamos en la suerte
que han de tener la musa con el vate,
soñando en la Victoria y no en la Muerte
¡soñemos con los sueños del combate!...
Tú recuéstate en mí. Yo altivo y fuerte
resistiré del mundo el duro embate;
y en el diluvio del dolor sin calma,
un Arca de Noé tendrás en mi alma...

Me prestarás tus alas ¡oh querube!
cuando éstas se destrocen en su empeño...
Si hasta el gusano que se arrastra sube,
¿por qué se burlan de mi ideal risueño?
Si tú pones la sien en una nube,
yo tengo un ascensor en cada ensueño;
¡y tú para subir a la grandeza
tendrás que hacer escala en mi cabeza!

A los empujes de mi amor bendito
cederá tu alma indiferente y fría,
como cede la roca de granito
al recio empuje de la mar bravía,
y aunque luche conmigo lo infinito,
el mundo, el cielo. Dios, —el alma mía
tiene fe y esperanza en la Victoria;
¡mío el triunfo será, tuya la gloria!

Es gloria conquistar el duro pecho
que siempre libre del amor se mira...
Pero ¡ay! de mi ilusión es a despecho
un imposible nuestro ideal, ¡Mentira!
Nos separa un abismo tan estrecho
que hasta de puente servirá mi lira...
¡Para llenar abismos hay amores!...
¿Cómo se aman los astros con las flores?

¡Adiós, mujer! Las amorosas lumbres
nunca se apagarán en mis cantares,
ni con el hielo eterno de las cumbres
ni con las anchas olas de los mares...
¡Oh amada! Entre las vastas muchedumbres
sobresaliendo, desde extraños lares,
te arrojaré la luz de mis entrañas,
saltando de montañas en montañas...

Pero ¡ah! no esperen que mi mala estrella
implore compasión avergonzado;
y que rendido ante las plantas de ella
sólo me queje del furor del Hado...
Orgullo y dignidad siempre destella
el poeta en Ijas luchas retemplado:
¡yo saldré de las luchas en que vivo,
ya que no triunfador, siquiera altivo!

¡Al combate! El vapor cruje y palpita;
se alzan las anclas, el dolor me abruma:
la ola lenguaraz se precipita;
y la estela sin fin rasga la espuma...
¡De pie en la popa, con la fe bendita
del que todo lo finge entre la bruma,
por lanzar pugno la postrer mirada
a mi Patria, a mis padres y a mi amada!

¡Oh mis padres! Mis padres, los ancianos
que abriéndome su seno sin fortuna,
con alma pura y con sagradas manos
labraron mi razón desde la cuna,
me verán a través de los oceanos
cual yo los veo... El rayo de la luna
llévales luminoso mi recuerdo,
hoy que en los pliegues del azul me pierdo...

¡El azul por do quier! Ideas santas
sacuden su ala azul entre la mente;
el mar, el azul mar, aquí en mis plantas;
el cielo, el azul cielo, aquí en mi frente...
Y dime ¡oh brisa! que dormida cantas
tornándote después soplo potente,
¿por qué no barres las obscuras nubes?...
¿O es que pierdes las alas cuando subes?

De pie en la popa, —con los rudos brazos
puestos en cruz, —forjando una sonrisa
que a los labios se asoma hecha pedazos—,
palpo las alas de ligera brisa...
¡Y en tanto el corazón rompe sus lazos;
que ese viento de mar que sopla a prisa
o gime mustio en la solemne calma,
refresca el cuerpo, pero quema el alma!

¡Oh qué triste es mirar la sombra densa
que en fantásticos giros se desata,
cuando sentimos la nostalgia intensa
y el agrio dejo de la suerte ingrata!
Coger deseara, como en copa inmensa,
en la estrofa que tiembla y se dilata,
el último suspiro de la tarde
y el beso enorme que en los cielos arde...

Huye la luz. Allá en el horizonte
la tarde, —último canto del poema
que lanza el día—, sobre el alto monte
fija y clava su olímpica diadema.
Todo está en oración. Justo es que apronte
mi verso augusto, en la extensión suprema
del hondo mar, cuya tendida playa
se esfuma en el azul como una raya...

¡Adiós, Patria! Jamás pueda el tirano
poner su pie sobre tu altiva frente:
finge besarle la manchada mano
y muérdele después con furia ardiente...
Tal vez me mire el mundo americano
cruzar sereno, erguido y sonriente;
pero yo sé que en medio de mis penas
me llevo un eslabón de tus cadenas...

¡Patria, Patria, suicídate! Orgullosa
quema y tala tus campos y ciudades...
Virgen y mártir morirás grandiosa.
Y vivirás grandiosa en las edades;
virgen sucumbe, antes que ser la esposa
de un vil tirano... ¡Y roncas tempestades
pregonarán furiosas sus asombros,
por encima de todos tus escombros!

No importa que con golpes de piqueta
se renueva el terreno; porque el grano
en su febril palpitación inquieta,
seguirá con empuje soberano...
¡Entre el revuelto polvo está la veta
del rico mineral; y el polvo vano
revuelto oculta, en génesis profundo,
con sólo una semilla todo un mundo!

¡Al combate! Una lágrima de fuego,
que al poeta suspende y maravilla,
va resbalando y se deshace luego
del Pueblo por la pálida mejilla...
El Pueblo en vano vigoroso y ciego,
al golpear el portón de la Bastilla,
llamó a la Libertad que tristemente
no tuvo fuerzas para alzar la frente!

¡Y hoy vedlo! Está de pie. ¡Más le valiera
soñar con los ensueños de la tumba;
y desprenderse de la lucha fiera;
y amar el sauce donde el viento zumba;
y envolver en crespones su bandera,
y, al par que el grito del cañón retumba,
buscar paz, y sin fuerza y sin aliento
hacerse polvo y entregarse al viento!...

¡Ay! ¿Quién no siente entre el oscuro fondo
las horribles nostalgias del combate,
al ver cómo se oculta en lo más hondo
la Libertad que llora y que se abate?
¿Y quién no sueña ante el reptil hediondo
con la olorosa flor? ¡Por eso el vate
llama a la Libertad potente y bravo,
cuando mira correr sangre de esclavo!

¡Ah! Nadie extrañe que, exaltado y fiero,
como mis sueños son y mis pasiones,
temple el rudo laúd de arco de acero
al bronco diapasón de los cañones...
¡Si mi madre es la lucha, en ella quiero
la inspiración buscar de mis canciones,
y cuando el can de la venganza ladre,
morir entre los brazos de esa madre!

Los que nacimos cuando el son rotundo
del bélico atambor turbó el sereno
sueño con que soñaba el nuevo mundo;
los que nacimos de la guerra al trueno,
los que nacimos al dolor profundo,
sangre y lodo absorbimos en el seno;
y es por eso que echamos sobre todo
lo que le ha nacido muerto... ¡sangre y lodo!

¡Oh! ¡qué santo es luchar! Correr ansioso
a la revuelta lid; vibrar la espada;
juntar un verso al himno fragoroso;
y hacerse todo o convertirse en nada...
¡Y luego, allá en las horas de reposo,
vuelta hacia lo pasado la mirada,
poder tapar la boca de la herida
con lauros de la lucha por la vida!...

¡Basta ya, basta ya! Si en el combate,
entre las tempestuosas explosiones,
saben brotar, al destructor embate
por cada corazón cien corazones,
yo sé que ¡oh Pueblo! te ha de dar el vate
por cada verso muerto cien canciones;
y, en tu futura lid con los perversos,
¡metrallas lanzará si hoy lanza versos!

¡Pueblo! ¿No sabes tú que con el tajo
en la abrupta región se abre el sendero;
y en las lecciones que te da el Trabajo
no admiras la elocuencia del acero?...
Hoy que te inclinas impotente y bajo,
déjame huir veloz; ¡porque hoy prefiero,
más que rico y feliz vivir contigo,
morir lejos de ti como un mendigo!...

Dislocando la frase entre la boca
por justa convicción, nunca por miedo,
sólo callar, sólo callar me toca
ante los vicios que aplastar no puedo;
pero desde otras playas vendrá loca
y viva mi canción, roto el enredo,
que rasgando el azul rápida y suave
¡volverá como al nido vuelva el ave!

Yo también volveré. Pero si el canto
tiene que apostrofar de nuevo al vicio,
si un tirano profana el poder santo
y el Pueblo es del tirano un desperdicio,
si todo es luto y es baldón y es llanto,
ábreme ¡oh ancho mar! tu precipicio
y arrastra mi cadáver en tus olas
a otras playas sin luz, tristes y solas...

Pero también con ímpetu de fiera,
antes ¡oh mar! de hundirme en el olvido,
escupe del tirano la bandera;
y en conmoción profunda sacudido,
¡lanza hasta el trono do el tirano impera
una ola de lúgubre bramido,
que exprese al estallar con choque recio
vergüenza y maldición, odio y desprecio!...

autógrafo

José Santos Chocano


El viaje que motivó esta poesía fracasó, por haberseme reducido a prisión en el momento de la partida. — (N. del A.)


«Iras santas» (1895)

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