¡EXCELSIOR!
Ha llegado el momento del desborde...
Ha llegado el momento en que la lucha
una su ruido al de mi lira acorde...
El sol toca el cenit; la frente brilla;
un tumultuoso estrépito se escucha;
y resplandece en lo alto la cuchilla.
El joven trovador de ímpetu ardiente,
de lira férrea y de crispados nervios,
salpicada de sangre alza la frente,
humillando despóticas grandezas,
para arrojar sus cánticos soberbios
por encima de todas las cabezas.
Vano, vano será que una Dalila
recorte mi melena de poeta...
¡Mientras el Pueblo su puñal afila,
yo para darle tempestuoso ejemplo,
quiero también con cóleras de atleta
sacudir las columnas de este templo!
No acostumbro temblar; que soberano
sólo tiembla mi canto entre el cordaje
con los rudos temblores del oceano...
iYo doblegarme ante el mandón no puedo;
por eso siempre mi temblor salvaje
es de aquellos temblores que dan miedo!
¿Que retroceda yo? ¡Salvaje anhelo!...:
Yo tiendo por instinto a alzar la frente
el ave tiende por instinto al cielo...
¡Hoy nadie pone a mis furores raya;
que si yo retrocedo es solamente,
cual lo hace el mar, para inundar la playa!
¿Hasta cuándo el dolor de la pobreza
postrado ante las plantas del tirano,
no levanta orgulloso la cabeza?...
¡Raye el arco de luz de la esperanza;
y bajo dél unidos de la mano,
despósense el Dolor y la Venganza!...
¡Oh Venganza, oh Venganza! Ella en los pechos
resuelva un porvenir de libertades:
es la resurrección de los derechos.
¡Ella abona los campos de batalla,
ella habla ante la faz de las maldades
y ante la faz de las virtudes calla!
Con la vara que mides, dijo un genio,
serás medido; y sacudió la frente,
de la escarpada altura en el proscenio...
¡Con la vara que mides, yo lo mismo
digo; y sacudo mi laúd ardiente;
como un ala de luz sobre el abismo!
El desgarrado traje del mendigo
vistió a todos los sabios; y ese traje
para el dios de la cruz sirvió de abrigo.
La púrpura es baldón; y su hilo de oro
no me puede servir ni de cordaje
para arrancar mi cántico sonoro...
¿No es santa la Venganza? ¡Oh sacrilegio!
¿No es santo reclamar la pertenencia
de un oscuro y burlado privilegio?...
¿No es santo reclamar con ansia loca
para el entendimiento algo de ciencia
y un pedazo de pan para la boca?...
Ven ¡oh musa! conmigo hasta la cumbre;
que ahí con el amor que tú me inspiras
lograremos tener calor y lumbre,
oyendo, entre delirios sobrehumanos,
el enorme concierto de mil liras
¡y el bronco aplauso de un millón de manos!
José Santos Chocano