(† JOSÉ DE ESPRONCEDA)
I
Recuerdo que en mi casa, cuando era yo muy niño,
había un libro viejo, fantástico y sonoro,
de pastas carcomidas y título de oro,
que nuestra madre siempre leía con cariño.
Hoy, ya que una corona romántica me ciño,
enlazo, en los recuerdos de mi íntimo tesoro,
un libro amarillento de heráldico decoro
y unos cabellos blancos más puros que el armiño.
Quizás habré olvidado mi vida fragorosa;
pero, como el perfume de una obstinada rosa,
dentro del alma, incólume ese recuerdo queda.
Y así es cómo conservo, de aquellos ideales,
un haz ensortijado de canas maternales
opreso entre las hojas del libro de Espronceda.
José Santos Chocano