LA CABEZA DE GONZALO
En dos picotas fijas cabezas cercenadas,
en medio del camino, destácanse altaneras:
la una es la de un viejo de carnes como ceras;
la otra es la de un joven de vividas miradas.
Ya Carbajal no tiene pupilas animadas;
pero las de Gonzalo relumbran como hogueras:
parece que en el fondo miran flotar banderas,
caracolear caballos y entrechocar espadas.
Los ojos moribundos, en trágica revista,
viajan por el Dorado, sueñan en la Conquista;
y siéntense encendidos en resplandores rojos...
Un cóndor, que atraviesa volando indiferente,
ve ese dolor; y, entonces, baja... y piadosaraente;
al golpe de su pico, revienta los dos ojos.
José Santos Chocano