LA TRISTEZA DEL CUADRUMANO
Inmóvil cuadrumano medita prisionero,
en el jardín zoológico, entre doradas rejas.
En su sonrisa hay algo que corta como acero;
y hay un desdén olímpico en medio de sus cejas...
Quién ve el reposo grave de esa melancolía,
quién ve la expresión turbia de esa carnal mirada,
evoca las visiones de una caverna fría
y de una selva tórrida en una edad pasada.
Monarca destronado que ve su cetro roto,
los ojos vuelve al reino que a sus espaldas queda,
a sus antiguos años, a su país remoto,
al lírico ramaje y al pájaro de seda...
Recuerda el viejo bosque de barbas patriarcales,
las fieras ostentosas de pieles estrelladas,
la charca compungida de trágicos cristales,
el río escandaloso de torpes carcajadas...
Recuerda que en un día fue rey del orbe entero,
y, al recordarlo, sufre sin expresar sus quejas;
¡y piensa en el penacho del rubio cocotero
y en la silvestre pompa de las edades viejas!
Es suyo el primer beso de amor en la montaña,
es suyo el gran instante por el que el hombre existe
tiene, al pensarIo, el gesto de una soberbia extraña,
con su actitud beatifica y su lujuria triste...
El vio salir al hombre de una caverna obscura,
él vio la Edad de Piedra brotar como una fuente;
y consultó los astros de la sagrada altura
que el porvenir gobiernan... y doblegó la frente.
Por eso es el enorme dolor de su mirada:
es un dolor de siglos el que se siente en ella;
porque demora siglos y llega fatigada,
como si fuese el rayo de una lejana estrella...
¡Son suyos el aliento de la montaña, el vario
giro de las especies, la fronda en que se esquiva
la escena de los besos, el ser rudimentario,
la fuerza creadora y el alma primitiva!
Monarca destronado que ve su cetro roto,
los ojos vuelve al reino que a sus espaldas queda,
a sus antiguos años, a su país remoto,
al lírico ramaje y al pájaro de seda...
José Santos Chocano