EL AÑIL
Brinda al pintor el índigo cambiantes
con que luce en las sedas y en las flores,
prodigando el azul con los vigores
de ocasos regios como más brillantes.
Ya es el añil zafiro entre diamantes,
ya lazo para atar cartas de amores,
ya vestidos de tul que entre fulgores
giran en una danza de bacantes...
Es en el lago como un brillo apenas:
corre bajo la piel de terciopelo
y se trasluce en perfiladas venas...
Pero nunca es más noble en sus antojos
que cuando, en un pincel, recoge el cielo;
¡y en dos lo parle, para hacer dos ojos!
José Santos Chocano