LA PIÑA
Cuentan que por los trópicos un día
se aventuró la clásica Pomona;
y halló, de pronto, en la fecunda zona,
ánfora rebosante de ambrosía:
probola; y fue tan grande su alegría
que eternamente ese blasón pregona,
porque dejó sobre ella su corona
y la incrustó de clara pedrería.
Cuajada de rubíes y diamantes,
así la piña se destaca egregia
por entre hojas filudas y punzantes,
como si al prevenir manos osadas,
con la altivez de su corona regia,
se encastillase entre cincuenta espadas.
José Santos Chocano