LA EPOPEYA DEL PACÍFICO
(A la manera yanqui)
Al Dr. Estanilao S. Zeballos
I
Los Estados Unidos, como argolla de bronce,
Contra un clavo torturan de la América un pie;
Y la América debe, ya que aspira a ser libre,
Imitarles primero e igualarles después.
Imitemos, ¡oh Musa!, las crujientes estrofas
Que en el Norte se mueven con la gracia de un tren;
Y que giren las rimas como ruedas veloces;
Y que caigan los versos como varas de riel.
II
Desconfiemos del Hombre de los ojos azules,
Cuando quiera robarnos al calor del hogar
Y con pieles de búfalo un tapiz nos regale
Y lo clave con discos de sonoro metal,
Aunque nada es huirle, si imitarle no quieren
Los que ignoran, gastándose en belígero afán,
Que el trabajo no es culpa de un Edén ya perdido,
Sino el único medio de llegarlo a gozar.
III
Pero nadie se duela de futuras conquistas:
Nuestras selvas no saben de una raza mejor,
Nuestros Andes ignoran lo que importa ser blanco,
Nuestros ríos desdeñan lo que vale un sajón;
Y, así, el día en que un pueblo de otra raza se atreva
A explorar nuestras patrias, dará un grito de horror,
poesías selectas
Porque el miasma y la fiebre y el reptil y el pantano
Le hundirán en la tierra, bajo el fuego del sol.
IV
No podrá ser la raza de los blondos cabellos
La que al fin rompa el Istmo... Lo tendrán que romper
Veinte mil antillanos de cabezas obscuras,
Que hervirán en las brechas cual sombrío tropel.
Raza de las Pirámides; raza de los asombros;
Faro en Alejandría, Templo en Jerusalén;
Raza que exprimió sangre sobre el Romano Circo
Y que exprimió sudores sobre el canal de Suez
V
Cuando corten el nudo que Natura ha formado,
Cuando entreabran las fauces del sediento Canal,
Cuando al golpe de vara de un Moisés en las rocas
Solemnemente arrójese uno contra otro mar,
En el único instante del titánico encuentro,
Un aplauso de júbilo esos mares darán,
Que se eleve en los aires a manera de un brindis
Como chocan dos vasos de sonoro cristal...
VI
El Canal será el golpe que abrir le haga las manos
Y le quite las llaves del gran Río al Brasil;
Porque nuestras montañas rendirán sus tributos
A las naves que lleguen hasta el puerto feliz,
Cuando luego de Paita, con enérgico trazo,
Amazónica margen solicite el carril,
Y el Pacífico se una con el épico Río,
Y los trenes galopen sacudiendo su crin...
VII
¡Oh, la turba que, entonces, de los puertos vibrantes
De la Europa latina llegará a esa región!
Barcelona, Havre, Genova, en millares de manos,
Mirarán los pañuelos desplegando un adiós...
Y el latino que sentía del vivaz Mediodía
Ese Sol en la sangre parecido a este Sol
Poblará nuestros bosques y vendrá desde Europa
¡Por el propio camino que le alista el sajón!
VIII
Vierte, ¡oh, Musa!, tus cantos, como linfas que corren
Y que íingen corriendo milagroso Jordán,
Donde América puede redimir sus pecados,
Refrescar sus fatigas, sus miserias lavar;
Y, después que en el baño quede exenta de culpa,
Enjugarse las aguas y envolverse quizás
Entre sábanas puras, que se tiendan al viento
¡Como blancas banderas de Trabajo y de Paz!
José Santos Chocano