PROMETEO
¡Oh, cuerpo humano, templo de Belleza!
Pobre templo de paganía.
La lámpara del espíritu
estaba sin óleo y sin vida.
Pasó la juventud dcl templo.
Se ha derrumbado en negras ruinas.
Los dioses, que perdieron su culto,
huyen como sombras efímeras,
huyen a esconderse llorando
detrás de las higueras bíblicas.
Y hasta allí los va persiguiendo
la informe imagen de las víctimas.
A lo lejos, pasa Odysseus,
rugiendo de dolor y de ira.
El arco lleva a la espalda.
El arco de sus fechorías.
Y se escucha una voz incógnita
que habla con música benigna.
Odysseus, hombre esforzado,
que has puesto tan alto la mira
y has disparado tu flecha
contra el cielo que a todos cobija;
si otra vez repites la hazaña,
cuida de poner bien prendida
en la punta de la flecha tu alma,
tu propia alma dolorida,
y, con tu voluntad robusta,
luego, volando, al cielo envíala.
Ramón Pérez de Ayala