¡PÁEZ LIBRE!
Sí, mártir, sí, cautivo,
Tú has sufrido, es verdad, pero has triunfado...
No saben cuánta gloria
Te conquista la palma del martirio;
No saben que es tu caída
En vez de una derrota, una victoria.
JOSÉ A. MAITÍN
Respire al fin el mundo americano
De la angustia que un bárbaro tirano
Sobre su frente atónita cargó:
Pues ya el León que estaba entre cadenas
Recobró el aire que tras largas penas
Para esos sus verdugos conquistó.
Huya Páez de una patria en donde habita
Mortal alguno que en su sien bendita
Un lauro, un lauro piense desgajar.
El mundo la contempla: ya ha tronado
De indignación el grito y presagiado
Un sol de mejor luz que ha de llegar.
¡Despierta, Venezuela, zumbe el grito!
¡Ay! ¡cuánta sangre cosechó el delito
En tus campos, y Páez la demandó!
Y hoy ve a tu vengador, prófugo, errante.
Mira en pos de un hogar al que anhelante
Fama y hogares para ti alcanzó.
¡Páez!... ¡Monagas!
—¡la víctima!... ¡el verdugo!
¡Oh! ¡que se goce recargando el yugo!
¡Pero hay un más
allá, sí, la expiación!
No la prisión, ni el fuego, ni la lanza,
Venganza prestarán: otra venganza
Hay mejor, sin derecho a compasión:
¡La indignación del mundo atronadora
La voz de todo libre, a toda hora,
Que a Monagas eterna execrará!
¡Y las palmas, las fiestas y los vates
Para el viejo adalid de cien combates
Que halla una patria donde quier que va!
Tu nombre, redentor martirizado;
Tu nombre, oh Páez, por Libertad trazado,
Del mundo entero aclamará la voz;
Y éste, estrecho será para tu gloria;
No ha de morir con él tu magna historia:
Tu historia y nombre volarán a Dios.
Tras tus viejos laureles, no pensaras
Que otro laurel más fresco entrelazaras—
Quien los quiso agostar, lo hizo nacer.
¡Ay! ¡mucho sufres, santo sufrimiento!
Mas, crisol de la gloria es el tormento,
Y el hoy es la corona del ayer.
Te llama el extranjero: alza la frente
Con noble orgullo ante él, y dignamente
Conozca al mártir quien al héroe vio.
Tus suspiros oiremos. —¡Dios proteja,
Al que proscrito y mísero se aleja,
Y en triunfo vuelva el que insultado huyó!
Bogotá, agosto 30 de 1850.
Rafael Pombo