LA GOTA Y EL TORRENTE
Hijo de alto aguacero estupendo
Un torrente espumante y tremendo
Con gran furia y horrísono estruendo
Por peñascos botándose va:
Y atropella en su rumbo a una gota,
Pobre, humilde, que a nadie alborota,
Y años ha de una cúspide brota,
Y cayendo a compás siempre está.
«¡Hazte a un lado! —rugiole el torrente—,
¿Qué pretendes, gotita impotente?
Piensas tú desbordar mi corriente
O darme una limosna quizás?
»Tú, juguete de un leve airecito;
Tú que dejas con sed a un mosquito,
En mi curso grandioso, infinito,
¿Qué señales de ti dejarás?»
La gotita no dijo ni un pero,
Mas siguió en su caer rutinero,
Y bien pronto acabó el aguacero
Y con éste el torrente en cuestión.
Y de tanta bambolla y baladro
Y pomposo quimérico cuadro
Dejó... ¡fango! —¿y la gota?— Un taladro
Hondo, eterno, en marmóreo peñón.
Cuántos, cuántos proyectos titánicos,
Y prefacios y arranques volcánicos
Y furores que dan miedos pánicos,
¡Charla y viento y ridículo son!
Eso al tonto deslumhra o arredra,
Quien se embarca en prodigios no medra.
Sé la gota que cava la piedra,
No el torrente que hinchara el turbión.
Rafael Pombo