LA LIMOSNA
Iba Matilde para su escuela
Ágil, gustosa, de buen humor.
Cuando un anciano que el hambre hiela
Una limosna le demandó.
Ella al momento sondó el bolsillo
Ansiando hacerle la caridad,
Pero, ¡la pobre! no halló un cuartillo;
¡Mortificante contrariedad!
¿Qué hizo Matilde? Vaciole entonce
Su otro bolsillo, la provisión
Con que pensaba tomar las once
En el descanso de la lección.
Y dijo: «Almuerza, doliente amigo;
Siento en el alma no tener más,
Mas si otras veces te hallas conmigo
Mejor provista me encontrarás».
Y siguió andando veloz, contenta
Pues no hay delicia como hacer bien;
Y así dio al Cielo muy buena cuenta
Y a su maestro la dio también.
Rafael Pombo