EL CORAZÓN DE UNA HERMOSA
V. LA MUERTE
Don Juan, como buen soldado,
es gran tirador de espada;
y de una fiera estocada
al Pierrot ha atravesado.
Éste exclama: «Feliz soy;
adiós, muero sin dolor;
me arrebataste el honor
ayer, y me matas hoy».
El capitán con incierta
mano el antifaz le quita,
y, al verle el semblante, grita:
«¡Rosa! ¡Infeliz! ¡Muerta, muerta!»
Manuel Reina Montilla