LA VIDA
Leo en mi libro. Es ya media noche.
El pelo de mía amada
es un chorro de libras esterlinas.
y surge su cabeza de las blancas
coberturas del lecho
como el dibujo de un pintor de hadas.
Me dicen “es un perro”, o bien: “te adora”.
Hoy nos hemos reído a carcajadas.
Los amigos me envidian
mi casita, mi ocio, la muchacha,
mi juventud y la sonrisa eterna...
mi sonrisa es mi fuerza y es mi máscara.
Ya soy feliz. ¡Y bien! Esto es horrible.
Suspiro por mis noches angustiadas,
por mi cruel desolación de huérfano,
por mi vida guerrera de sin patria.
¿A qué vencí? ¿Por qué librar las rudas,
las tremendas batallas
por la vida y el éxito y el nombre?
¿Para qué la ascensión de las montañas?
La hermosura abre los ojos
Si esta noche de súbito. Me sonríe.
—Ven, me dicen su voz y sus miradas;
y luego, pobrecita, me pregunta:
—¿En qué piensas?
—En nada.
Rufino Blanco Fombona