LAS PULSACIONES DE TU CORAZÓN
La Belleza. Tema de composición.
Una muchacha abre los ojos, se levanta,
abre la ventana, sale al patio.
En el patio hay hierba y rocío y basura,
hay ruedas pinchadas, roídas
por ácidos, esqueletos de bicicletas,
grandes trancas podridas en el suelo.
La belleza. Tema de composición.
La muchacha sale de la oscuridad
al patio, camina
tres o cinco pasos en dirección
a la cerca, levanta
los brazos, junta
las cejas en un gesto de disgusto,
se pasa el dorso de la mano
por la cara, vuelve
a casa. La belleza.
Tema para una franja.
Un pedazo de algo
iluminado por una cosa
parecida a la luz.
Pero que no es luz.
Algo parecido al gris,
siempre que el gris fuera luz,
o que la muchacha
estuviera un poco más quieta,
o que pudiéramos ordenar por bloques
el granito y las arpilleras.
Tema de composición. La Belleza.
Un momento bucólico.
Donde el desorden se cuela
por una fisura llamada muchacha.
En ella hay dos o tres cosas
—dos o tres islas—
negociables. Pero no
la razón o el desencanto.
Pese a todos los inconvenientes:
un paisaje sólido.
La muchacha pone agua
en la tetera, enciende el gas,
pone la tetera a calentar,
se sienta sobre una silla de paja
y mientras espera
tal vez piense
en la luz que se mueve
ganando y perdiendo baldosas.
La Belleza no suspirará: querrá verlo
todo. Pero los regalos y la paciencia
son para ella:
cauce inevitable.
Tema. Espacio donde los ojos luchan.
Espacio, palabra donde los ojos
imponen su voluntad.
La muchacha sale al patio.
La muchacha toma té. La muchacha
busca los terrones de azúcar. A través de ese
espejo ella busca
las colinas con costras de bosques verdes,
oscuros, los más distantes casi azules.
Tema de composición. El oxígeno.
Prepara sus arpilleras. Se sienta.
Hay rocas como bacinicas.
Toma te. Remoja
la taza en un lavatorio de porcelana
que está sobre una banqueta de madera
sin debastar. Bebe agua.
Luego bebe té.
Mira la lejanía: nubes.
Junto a ella emerge el esqueleto
de una bicicleta,
oxidado, pero firme aún el cuadro.
Tema de composición. Una bicicleta
que es la Belleza y no la muerte.
No la amante salvaje
—la muerte—
corriendo por las calles
del sueño
simplemente porque ya no queda nada
por hacer. No los golpes
en la puerta de la cabaña abandonada.
La muchacha bebe té, lava
el vaso en el lavatorio, tira
el agua en el patio.
Luego entra en la casa
y tras un instante sale
con una chaqueta de lana
sobre la espalda. Como una santa
atraviesa la cerca
y empieza a diluirse
entre los abrojos y la hierba alta.
Ése es el tema de composición:
la Belleza aparece, se pierde
reaparece, se pierde
vuelve a aparecer, se diluye.
Al final sólo escuchas
Las pulsaciones de un pozo,
que es tu corazón.
Roberto Bolaño