NOCHE DE EXTERMINIO
a Alfonso García-Ramos y Fernández del Castillo
No dio tiempo
a que las sirenas hirieran
los tímpanos del aire.
Súbitas explosiones
drogaron las alturas.
El ciempiés del espanto
atenazaba las gargantas.
Se metieron las piedras
debajo de sí mismas.
Sótanos, sótanos fueron
los campos, las ciudades.
Abajo, más abajo,
se hundían las raíces
del croar de los sueños,
las frentes oprimidas,
el papel de fumar del pensamiento.
Y desde aquel instante
los niños,
apretando sus dedos sonrosados,
—imi ángel! ¡mi luz! ¡mi flor!—
mamaron nubes radioactivas
del pecho de las madres.
Pedro García Cabrera