ALONDRA DE LA NIÑA DISFRAZADA
A Emmita Jaubert Yanes
Iba abriendo sus seis años
cuando se vistió de rosa.
Más que un disfraz era un sueño
cogido en flor a la aurora.
Y eran sus años seis cisnes
tirando de una carroza.
¿Qué perla se habrá evadido
de su hornacina de concha
para marcarles el norte
primaveral a sus corzas?
Gondoleros de la gracia
los decires de su boca
y en todos sus movimientos
un arrullo de palomas.
Todo espejo que la vio
la quiso tener por novia.
Abril, con ella en su barca,
remaba mares de aroma.
En ningún escaparate
puede manar una joya
tantos orientes de luz
de un trino de aguas tan hondas.
Cuando bordeó la sala
—como líquido la copa—
la gran ruleta de baile
se floreció a la redonda.
Estaba allí la alegría
con largo traje de cola.
Y eran los ojos palabras,
los semblantes, mariposas,
y las sonrisas se habían
disfrazado de amapolas.
No se le cayó en el baile
ni un pétalo ni una hoja,
porque sus actos ceñía
con lazadas cuidadosas.
Al salirse de la sala
la fiesta quedose a solas.
Y le brotaron espinas
al silencio y las personas.
Y al recogerla la calle,
el sol sus oros retoña
para ofrecerle un anillo
de compromiso de boda.
Pedro García Cabrera