ALONDRA DE LA AMAPOLA RAPTADA
A Rosita y Domingo
La señorita amapola,
bajo sombrilla de estío,
dormía siesta de laca
junto al real del camino.
Mientras, el viento tocaba
un acordeón del trigo.
Un pájaro muy lancero
desde una rama le dijo:
«Amapola, amapolita,
¿te quieres casar conmigo?»
Y la flor se puso roja
al oír tal desatino.
El pájaro descubría,
uno tras otro, sus trinos.
La amapola se apretaba
cada vez más el corpiño.
Dulces abejas de sangre
le zumbaban los pistilos
y su rubor le impedía
mirar de frente a los lirios.
Viéndola de amor madura,
todo su canto hecho filo,
en un rapto de rubíes
cortó la flor con el pico.
Le vieron subir volando
las altas nubes del frío
con todos los pedernales
del corazón encedidos.
Nadie pudo saber nunca
en qué lucero perdido
posó su carga de amor
el brillante pajarillo.
El girasol de la tarde,
desde su raíz de vidrio,
ve volar sobre los hombros
de sus arcos amarillos
el pájaro del recuerdo
con la amapola en el pico.
Y siempre que esto sucede,
el viento, su buen amigo,
hace sonar esmeraldas
al acordeón del trigo.
Pedro García Cabrera