XXI
Pasaron las gacelas de la brisa
con tu dulce recuerdo en el costado.
Se durmieron, entonces, los arroyos.
Ocultó el caracol sus cuernecillos.
Pararon su reloj los girasoles.
Cerró los ojos graves el lagarto.
E inclinó su cabeza la azucena
sobre la mano abierta de su aroma.
Y fue todo tan blanco, tan corola
de paz, tan porcelana sensitiva,
que del capullo inmóvil del silencio
surgió la mariposa de la ausencia.
17 de abril de 1943
Pedro García Cabrera