XX
Sin saber por qué rampas imposibles,
astrónomo caudal de mis espacios,
me hallo ahora en las torres de mis sienes.
Una tal soledad de verticales
me traspasa a cuchillo lontananzas,
hombros de amor, redondos como lluvias,
lirios de sombra y ángulos descalzos.
Detrás de la mirada pensativa,
ojos de estatua, blancas oquedades
le pisan los talones al silencio.
¡Cuánta lisa pared! ¡Qué despoblado
rostro de esfinge y diáfana amargura!
Sólo cuando —nostalgia de mis venas—
de nuevo concerté la paz conmigo,
tu recuerdo de fresa patinaba
en los fríos glaciares de la ausencia,
casi al alcance de mis propias manos.
14 de abril de 1943
Pedro García Cabrera