XVI
He puesto mi silencio a medianoche
y en el balcón a refrescar las sienes.
Apagué las nostalgias, las ideas,
los últimos visillos interiores.
Todo quedó cerrado: mi alta vena
con que salta a la comba la alegría,
la cenital vidriera de los mares,
los sótanos del llanto y la penumbra,
la porcelana ausente del recuerdo.
No se oía ni el eco de la sombra.
Tan sólo conservaba su albedrío
el seno flotador de la dulzura.
Y ahora, en el capullo del reposo,
un frígido reborde se soslaya
a flor de nieve, a lontanar de ausencia
como si la cantera de la noche
la vetease el mármol de una voz.
17 de julio de 1942
Pedro García Cabrera