XVII
Llevo leguas buscándome y hundiendo
las manos en el pecho de los ríos
sin encontrar la gota en que pudiera
hallarse mi presencia abandonada.
Tengo ya los barrancos aprendidos,
mullida la memoria de los trenes,
rotas de tanto andar las lejanías.
Y en todas partes doy con el vacío.
Todo fue por seguirte en los carbones
de los cantos rodados de las horas.
Y ahora, han sido tantos los silencios
que he cruzado en voz baja, tantas letras
de viejos silabarios han mentido
sirenas, tantas noches desplegaron
murciélagos de insomnio en mis vigilias,
que ya no sé en qué sueño me he dejado
el santo y seña para dar conmigo.
18 de octubre de 1942
Pedro García Cabrera