GRANITOS DE ARENA
XLI
Cribado por las púas del destino
soy una aguda espina entre tus zarpas
que por la carne adentro de tus soles
hinca el leve aguijón de la nostalgia.
Nada importa que vibre en tu remanso
mi flecha de cristal recién clavada;
indiferente, sordo, mi agonía
es un granito más en tus espaldas.
Y aunque sientes cruzar a todas horas
por el redondo cauce de tus llamas
las ágiles gacelas de la ausencia
y el grito desgarrante de la aulaga,
tu corazón quemado no responde
ni al verdoso latido de una planta,
ni al látigo que silbe sus serpientes,
ni a la mano que llore de añoranzas.
Y es que todo lo miras con los ojos
de la piedra yacente de una estatua.
Pedro García Cabrera