GRANITOS DE ARENA
XLII
Este paisaje duele en la mirada
un agravio de vidrios y cauterios.
Nadie lo arrullará. Ninguna boca
le ha de brindar un vértigo de besos.
Todos se alejarán de su melena
rugiente de leones y de fuegos.
Sólo hubo un mar, huido de tus conchas,
que aún transita las sales del recuerdo,
sales que son cadáveres de espumas,
sarcófago salobre de un mar muerto.
Sólo ese mar y yo: dos soledades
en el túmulo blando del silencio,
que atadas al grillete de tus dunas
velamos tu crisol en cautiverio.
Sólo ese mar y yo, llanto y espina
que tatuara el dolor sobre tu pecho.
Pedro García Cabrera