GRANITOS DE ARENA
XXXI
Como minutos, sí, como minutos.
Como latidos, sí, como latidos,
tus granos —no, no son tus granos, no—
pretenden adentrarse en mi recinto
de venas, de ilusiones, de bengalas,
para hacerse un juguete con mi ritmo.
Y te siento llegar desde muy lejos,
descalzo, polvoriento peregrino,
afilando tus besos de paloma
contra la rueda de tu fatalismo,
y esperarme después, acurrucado
de mis islas ausentes en el quicio,
para saltar sobre mis claras selvas,
y secar el arrullo de mis nidos,
y derretir su frente de esmeralda,
y beberte las aguas de mis ríos.
Pedro García Cabrera