GRANITOS DE ARENA
XXIX
Sólo puede brotar tu invernadero
el dolor de una estéril llamarada.
Un violento dolor que se revuelca,
quemado en tus praderas derribadas
de fiebres de centauros zodiacales,
de soles que fundieron sus entrañas.
Y en sus cepos se tuestan impasibles
tus ovarios salobres de sultana,
la llama de tu voz, los sinapismos
que avivan los torrentes de tus fraguas,
los hornos de la asfixia y las serpientes
que silban de la sed las oriflamas.
Y ondean los trigales de tus luces
su cosecha de inhóspitas bengalas,
su frenesí de hierro enrojecido,
su verano de mieses agostadas.
Con tu suelo de arcilla irredimible
y en tu rostro de puntas de pestaña,
sólo puede brotar tu invernadero
el dolor de una estéril llamarada.
Pedro García Cabrera