GRANITOS DE ARENA
XIX
Tú tienes un sentido religioso
con tu casulla de dorados fuegos,
postrado en oración de lejanías
en la comba solemne de tu suelo.
Yermo y ardiente como un alma en pena,
sobrio y callado como un nazareno,
ninguno tan humilde y tan asceta
como el ángel caído del desierto.
En un místico arrobo de armonías,
apretado al sayal de tu silencio,
los tardos girasoles de las horas
se nutren con la savia de tu sueño.
Tu libre soledad de anacoreta
se recluye en un éxtasis eterno
con ese medio tono arrodillado
con que pulsa el olvido al movimiento.
Pero esa soledad semisalvaje
no conoce la nieve del invierno,
ni las primaverales tentaciones,
ni el llanto del otoño amarillento.
Sólo el estío de crujientes rayos
halla en tu desazón abrevadero
para domar sus ímpetus de llama
luchando con la arena cuerpo a cuerpo.
Su dolor se levanta en tu retiro
como una maldición de los infiernos,
encendiendo tu hoguera de pasiones
y avivando la tea del desvelo.
Y suena como un órgano la duna
cuando las manos ágiles del viento
frunce de tu entrecejo la sonrisa
que se allana en la cuenca de tu pecho.
De hinojos a la sombra de tu muerte,
con tu casulla de dorados fuegos,
espera tu esperanza a que contigo
entre volando por tu cielo adentro.
Pedro García Cabrera