GRANITOS DE ARENA
XVIII
Y ni siquiera un árbol que te endulce
con el turbante de su copa verde.
Ni un fugaz pensamiento de neblina
en la concha irredenta de tu frente.
Ni un puñado de pájaros que latan
una rosa de trinos por tus sienes.
Ni en la babucha de tu pie moreno
un ramito de hierba que te alegre.
Ni concibe el hervor de tus arenas
el beso de diamantes de una fuente.
Aquí todo es un fondo bizantino
con sus reflejos áureos perennes,
que no admite un agravio de colores
a la nostalgia de un cariño ausente.
Cariño de mezquita acongojada
disuelta en el recuerdo de tus pliegues,
y que aleja la miel sobre tus labios
con su aurora de blancos alquiceles.
Pedro García Cabrera