GRANITOS DE ARENA
XVI
También como los ríos te desbordas
si los hornos al rojo de tus iras
revientan tu caldera de simunes.
Arde, entonces, el aire. Y la sonrisa
blanda, perenne, moldeada en cera,
oro dulce, aridez y lejanía,
se alebresta, crepita y se retuerce,
y rompiendo el dogal que la cautiva,
se lanza en los aludes de las llamas,
veloz en su ocasión de golondrina,
a inflamar la llanura somnolienta
y a desflorar sus lánguidas orillas.
Y es la de San Quintín de las arenas
ardiendo Troyas y clavando espinas.
Y todo tú te agolpas a tu cara
congestionada al fuego de tu arcilla.
Y tu cara es la clámide del llano,
cañamazo de sedas fugitivas
que resuelve los pliegues y bullones
de sus raseras fraguas encendidas,
buscándose la clave delirante
con que abrir los costados de su enigma.
Entonces son las olas desmandadas
que danzan locamente sus esquinas.
Entonces son las trombas que se entierran
y exhuman en constante algarabía.
Y entonces son los vuelos anulares
aletazos de fiebre en tu mejilla.
Son tus vuelos. El vuelo de la piedra
que se agiganta del simún herida.
Pedro García Cabrera