GRANITOS DE ARENA
XV
Que no busquen la sombra del desierto.
Se la han bebido sus resecos labios,
apurando su lámina hasta el fondo
de sus enardecidos subterráneos.
Que no te busquen, no, que no te busquen.
La amarillenta sed de los topacios
vislumbró un espejismo de húmedades
en tu grávido rostro de pantano.
Fuiste sorbida, sí, fuiste sorbida
de tu penumbra envuelta en el sudario.
Yo vi cómo te hundías mansamente,
desnuda, sin asirte a ningún árbol,
y sin que nadie el duelo despidiera
de las arenas por la asfixia abajo.
Pedro García Cabrera