OTRO AIRE NOS RESPIRA
La túnica de la vida
se vuelve a ceñir al cuerpo
con sus arenas calientes
y su oasis de helechos.
Poco a poco la ilusión
tantea valles inciertos
cuidando no despertar
un sobresalto de ciervos.
Y abancala torrenteras
y oscuros derrumbamientos
con murallas de esperanza
hacia el este de los sueños.
Yo la escucho derramarse
como una nube de incienso,
volutas escaladoras
júbilo arriba subiendo.
Y las antiguas pirámides
se yerguen sobre sus féretros
pasando, azules, por ojo
soledades de desierto.
Un manantial de ternura
brota de ocultos veneros
y las tristezas aclaran
sus cristales cenicientos,
al presentir que una estrella,
fluye en los labios resecos.
¿Qué importan los precipicios
de los ahoras adversos,
todas las geografías
de las hieles y el secuestro,
si en su pleamar de auroras
el mar sonríe a lo lejos,
y es cada ola una ruta,
y velamen todo el viento,
y los zarpazos se irán
por donde mismo vinieron?
La ruleta de los días
no se detendrá en su juego:
el alba siempre amanece
dorando picachos negros.
Pedro García Cabrera