TIEMPO QUE SE DESPEÑA
No es la violeta apacible de la tristeza la que esmalta mis horas
ni estas fluyen como llanuras.
Aquí todo habla el lenguaje de ira del clavel escarlata,
de marmitas que hierven,
de bocas que mascan frenos irrompibles.
Y el tiempo salta,
tiene relinchos de potro salvaje
y se retuerce como una raíz.
Todo sucede a puñetazos, a desgarrones, a patadas, a gritos.
Tú misma emerges en cálidos borbotones amoratados
de tierras donde el insecto hembra del deseo
devora al macho que la fecunda.
Es la esfera armilar de la guerra
que hace trizas zodíacos de ciudades
y círculos de niños que juegan con soldados de plomo,
cuando la manzana podrida de la discordia
obstruye los oros comerciales
de continentes a la deriva.
Y ni siquiera a ti, pájaro mío,
te dejan la sombra de un árbol en que dormir.
Pedro García Cabrera