COMO TODOS LOS DÍAS
Clávate a mi silencio deshojado en la lluvia.
No me vengas con saltos de brisa en arboleda,
que yo no soy ya aquel remo que en tus manos se azulaba como una vena más
ni tú eres ya tampoco aquel cóncavo espejo que me
empequeñecía
horas, corbatas, kilómetros cuadrados y horizontes.
No te conozco con esa luz que se cree iluminar otro tiempo,
que no tiene memoria de haberse consumido en una alcoba,
leve, levísima, madrugadora túnica
que se apagó en la lágrima que iba a despedirnos.
Déjame que repose en las hojas que caen de este instante de olvido
con ademán de almíbar a bordo de una abeja.
¿Cómo vas a creer que lucho por la patria
si crucifico bosques, corono de espinas los ríos,
si condeno a la hoguera pelotones de nieblas?
No me esperes acurrucada en el quicio de esa palabra
ni me pronuncies tus antiguas formas acentuadas con esdrújulas rosas,
que suenan a tormenta
bajo estos cielos que no podrán abrigarse en la intimidad de tus dársenas
y que incendian las cerillas del odio.
Preferible es que calles, que vivas tu amapola
y que siga llorando el ojo de cíclope del mar.
Pedro García Cabrera