PARAÍSO DE AZAR
Te sirves a ti misma de almohada,
de lecho, de sepulcro, de guarida,
de mano yerta cuyo frío hiela
los duros labios que el besar ignoran.
Sin cuerda, la caricia y los desdenes.
Tus auroras, sin pulso.
Posada en tu tamaño tu presencia,
en oración tus últimas esquinas
y en éxtasis tu tiempo lapidado.
Y hasta el azar sostienes en tus dientes
como una arista más, como una presa
que se llama a sí misma con tu nombre.
Pedro García Cabrera