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Por hallar el perfil de su absoluto
fue deshojando de su flor cerrada
los blancos albornoces,
la amistad de la lluvia, sus gemidos.
Y podó más aún. Podó su historia,
sus nervios y sus costas, los rumores,
su voluntad redonda y los paseos.
Y tan en vilo libertó sus ansias
que su desnuda sombra ya podría
vivir entre dos olas sin mojarse.
Pedro García Cabrera