TRECE
Moldeó el río sus meandros, lecho abierto, guijarros; cabalgó la madrugada hacia formas más precisas, fuimos
muchos para las escasas liebres y levantó hermano contra hermano la codicia.
“Que inicien el ataque los arqueros, caigan después los de a caballo, terminen los infantes la refriega”: con voz profunda y con
aplomo, exclamó vigoroso el estratega. “Los muertos recogidos detrás de la línea de partida, no alcanzarán el
ansiado paraíso”: sentenció iracundo el druida.
No hubo victoria que admitiera tierna a los pacíficos, heridos por las armas de uno y otro bando, ni lecho de plumas que distinguiera
a los inválidos. Fueron los pícaros quienes reivindicaron el triunfo logrado por los recios; y para premiar a los héroes
innúmeros, insuficientes resultaron los cielos.
Pedro Sevylla de Juana