NUEVE
Me inquietaba el misterio de la primera palabra, y adoré a la Tierra fértil hasta saber que era infecunda sin agua.
Adoré al Agua, mientras descubría que es cosa del sol, la inexplicable magia de la evaporación. Adoré al Sol
ignorando que su hoguera, precisa el soplo huracanado del aire, para arder con llama viva, dar calor, luz y energía.
Y adorando al Viento fugitivo, el alma se me rompía.
Pedro Sevylla de Juana