Soñé que soñabas
y en un profundo sueño
me quemabas el alma.
Eras luz y eras sombra.
Tus labios se soltaron
de los duros signos de mi cuerpo
y en un cándido murmullo
me contaste ya no Amar.
Eras sal y eras dulce de mi sangre,
que me arranca las entrañas
revueltas en mis besos.
Quiero naufragar por el mar
que se extiende en tus ojos
asesinos pero cobardes
ardillas del juego.
¿Maldición, en dónde estás?
Marco Antonio López Pozo