A Edith
¡Ay, Edith amiga,
si tan sólo me dejaras
explicarte mis razones!
Sin ser caballero
escribí a una dama
que ni gracias dice
a versos sacados del alma.
¡Si dijiste que no
importa más si mañana
hay agua en el garrafón,
o más sobrecitos
de té en la alacena!
Yo no te evado
ni te guardo rencores,
no huyo de ti
ni te veo en mala manera.
Y tú en cambio, me ignoras,
no quieres hablar conmigo,
y piensas que eres
mi obsesión y mi delirio.
Pero yo no dije que te amaba:
solamente dije
que me gusta tu mirada.
Jorge Antonio Pérez Hernández, 4 de noviembre de 2002