MIRADOR
Salgo al balcón
de madrugada,
buscando un pretexto
para no dormir.
La luna se
esconde de mí
esta velada.
Empiezo
a sentir el frío
en los pies,
esperando,
y calor de más en
los labios
cuando el cigarro muere.
Y no puedo
dejar de preguntarme
que haces a estas horas,
escondiéndote
del mundo
con las luces de
tu piso encendidas,
y las ventanas abiertas,
cuando
lo único que brilla
ésta noche
son tus rodillas.
Y que hago yo
apaciguando
mi corazón,
si sólo
quiere reír contigo
y no te veo.
El frío ha llegado
y la gente pasa cabizbaja,
llorando
hacia otro lado,
buscando una luz
para llegar
a casa.
Otros,
mordiéndose
la lengua,
y otros tomando
copas para
poder dormir,
tratan de llegar a casa
sin ser vistos.
Y todos se volcarán
en sus camas
y sus sábanas
podrán con ellos,
enroscándose en sus
cuerpos inquietos,
exhaustos,
asfixiándoles
hasta que
el cansancio
vierta la primera
lágrima.
Mientras al
otro lado
la gente
hace el amor,
o derrama
una copa en
el regocijo
del rumbo de la noche,
su noche.
Y mientras esa gente
duerme tranquila,
asume su responsabilidad
y descansa
para
trabajar mañana,
para cuidar su
casa,
su
vida,
mi mente vuela a ti.
Esta gente
que no mirará
por la
ventana,
si se asomara al balcón
vería la luna.
Y yo no
puedo calmar
mi corazón,
que late
con regular potencia
al compás de
tu memoria,
esperando
paciente
el brillo
de
la luna.
F. Javier Gil Segura