EL JARDÍN
A la sombra del
sauce
pasaban las horas.
Creaba mi mundo
seleccionando
héroes
y villanos,
aniquilándolos
a mi antojo.
Era el rey.
Mas allá de discernir
entre el bien
y el mal,
hacía,
probando
y lamentando,
arropado por el manto
de la inconsciencia.
Riendo
y deseando.
El tiempo
se sucedía calmo.
Todo eran abrazos
protectores
y
manos amigas.
Observaba la diminuta
vida del jardín.
Aprendía
y decidía caprichoso sobre
ésta.
Era Dios.
Y ahora,
la leve experiencia
de veintiún años
cristaliza
poniendo en duda
todo orden
y jerarquía.
F. Javier Gil Segura