POR DONDE EL ASTRO SE DESPEREZA
El jinete del sol se impulsó con presteza,
descorriendo doseles de grisácea tiniebla,
desde el lecho en penumbras del ocaso nocturno
a buscar el lucero y a anular sus destellos.
Las arenas se encienden a su paso febriles,
se destapan corolas perfumando el ambiente,
bulle el mar en bostezos de rumores vivíparos,
cruza el cielo la turba de vivientes alados.
En lejanos países de la estrella naciente
se amarillan los rostros de contagio candente,
las pupilas se achinan, entreabriendo los párpados
aprensivos de henchirse, como labios turgentes.
Del Oriente provienen luminosas luciérnagas,
envidiosa la tierra de las llamas del cielo,
un fulgor que se esfuma en la prisa creciente,
una luz que se evade en efímero vuelo.
Francisco Croché de Acuña