EN EL CÉNIT DEL SUR
Centelleante cauterio de rigor implacable
y una lengua flamígera que al sol se acrecienta
han lamido la extensa campiña sureña
y el tapiz ondulante de la estepa candente.
Las arenas abrasan a los pies caminantes,
el sendero se siembra de frecuentes quejidos,
palidece la brizna asomada entre grietas
y la tímida hierba que a agostarse se expone.
Se asolanan las auras, los espíritus hierven,
centellean sobre el polvo los fulgores de un astro
que, en periplo creciente de apogeo veleidoso,
sus calores dispersa al compás de los vientos.
Las chicharras perturban, con su son estridente,
la quietud de la tarde, perezosa y cansina,
imponiendo su chillo, siempre igual, monocorde,
al silencio del campo somnoliento y preciso.
Es el Sur torbellino de fiebres y de amor arrebatos,
con silencio de siesta cargada de fuerza enervante,
una orgía que aturde los senos de la tarde embriagada,
una luz que se expande insolente sobre el mar y su cénit.
Francisco Croché de Acuña