LA HABITACIÓN DEL JESUITA
Continúa la pluma su laborioso movimiento
Y dibuja los caracteres de una lengua olvidada,
No es el preciso latín de los romanos monumentos
Sino la infinita lengua por los ciegos engendrada.
El puño ejecuta la rutina del trazo lento
Y construye con una materia parecida a la nada,
Hecha de sueños y pensamientos,
De intangibles ideas y razones heredadas.
Pero la arena detiene el movimiento de la pluma
Y la muerte aniquila el puño y su antigua rutina.
Sin embargo, en la mente se erige un promontorio
Irreal, sin tiempo que lo consuma,
Ni muerte que lo aniquile. Como un sueño que no termina
Un laberinto sin ángulos se expande en el convictorio.
César Lizárraga